La web genera nuevas prácticas sexuales, ante las cuales los especialistas en tratar problemas de la sexualidad tienen posiciones tomadas. Tal vez haya pasado muy poco tiempo como para establecer ciertamente qué es lo normal o qué no lo es; no existe aún una investigación del cibersexo, aunque por lo pronto ya se pueden vislumbrar algunas problemáticas.
Dado su crecimiento -se estima que millones y millones de personas buscan pareja, real o virtual, a través de Internet-, el cibersexo debe ser entendido como una nueva forma de sexualidad basada, fundamentalmente, en que los estímulos principales son virtuales. Siendo así, la visión de la relación sexual como una actividad de carácter íntimo y privado entre dos personas, en la que se comparten las emociones, el placer, la comprensión, y se fortalecen vínculos de apreciación y respeto, queda puesta en duda como prototipo de la normalidad.
Uno de los grandes atractivos de esta forma de sexualidad es la posibilidad de entregarse a sus mieles sin tener que preocuparse por la prevención de enfermedades, la eventualidad de un embarazo no deseado, la posibilidad del rechazo y otras complicaciones que conllevan las relaciones carnales reales.
De lo que los “cibernautas” no pueden escapar, al parecer, es de la necesidad de evitar la adicción a la red y el aislamiento que es capaz de provocar el mundo virtual. “La compulsión por el uso de Internet puede tener consecuencias tanto o más graves que la adicción a las drogas, al alcohol o el juego –señala Beatriz Literat, del departamento de Disfunciones Sexuales del instituto médico Hálitus–.
Una persona adicta dedica gran parte de sus horas diarias a la búsqueda y al cumplimiento de sus fantasías sexuales. Esta adicción puede generar comportamientos fuera de lo normal, como aislamiento y pérdida progresiva de la capacidad de relacionarse cara a cara”. La terapeuta opina: “si bien la computadora ofrece una alternativa sexual más, el cibersexo contribuye a banalizar la sexualidad y a quitarle sus rasgos más humanos y ennoblecedores”. El erotismo, señala, requiere de los sentidos -vista, oído, olfato, tacto y gusto- para estimularse. Y en los encuentros virtuales, sólo se ven palabras escritas, excepto cuando se utiliza la cámara de video. La especialista cree necesario advertir que si se llegara a reemplazar la sexualidad real por la virtual, y si una persona hallara en estas prácticas mayor satisfacción que en los encuentros de persona a persona, se estaría ante una sexualidad limitada.
Los puntos a revisar, según enumera la profesional consultada, son: posible personalidad adictiva, posible baja autoestima y necesidad de apego compulsivo a situaciones o elementos que le confirmen a la persona su valía.
La especialista ha tenido consultas de personas tímidas o con fobia social, que tenían miedo del rechazo y recurrían al cibersexo; pero también, “consultas de personas que no estaban conformes con sus parejas y se desquitaban con el chateo, una suerte de infidelidad virtual”, que podía derivar en una relación extraconyugal real, o no.
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