Viñeta clínica: “La pasamos súper. Regresábamos a casa, ella me veía tiernamente. Esta vez todo saldría bien, me repetía una y otra vez. En la cama, me acariciaba. Comencé a sentir angustia, no sabía si detenerla, o qué. No recuerdo bien, quise apurarme a penetrarla. Lo que sucedió luego es confuso. Al ver sus ojos, me figuré que pasó otra vez. Eyaculé, todo acabó. Ella suspiró y se dio la vuelta. Las palabras sobraron.”
La eyaculación precoz es la disfunción sexual masculina más frecuente; cerca de 35% de los hombres la ha presentado.
Es la incapacidad para modular el grado de excitación erótica apropiadamente y se eyacula, cuando uno no quiere, inmediatamente antes, durante o poco después de penetrar a la pareja.
Hay que considerar factores, como la intensidad de la excitación, la edad, la frecuencia de la actividad sexual y la aparición de situaciones nuevas o desconocidas.
La persona que padece de eyaculación precoz no disfruta su orgasmo. Sucede cuando no quiere y sobreviene con ansiedad, inseguridad, disgusto y confusión —en cierta forma, se da una “anestesia erótica”—, que anulan el placer de la experiencia. Así, él se siente disminuido, desubicado, humillado. Su pareja queda insatisfecha, decepcionada o descontenta y, si estaba excitada, con una sensación incómoda y dolorosa en el vientre.
Algunas parejas optan por evadir el sexo, o su deseo sexual disminuye. La pareja que sufre este problema puede expresar su descontento fuera de cama, con actitudes de desapego, desinterés, confrontación, enojo o tristeza. No se descarta infidelidad de parte de cualquiera. Ella puede interpretarlo como un rechazo, desamor, incomprensión o falta de compromiso. Él puede pensar que es por ella y buscar convencerse.
Entre muchas causas, la eyaculación precoz se asocia a la manifestación de
ansiedad durante el sexo. La ansiedad se delata ante sentimientos encontrados u hostiles hacia ella, fantasías reprimidas, angustia por cómo le va a ir durante el coito, incapacidad para percibirse y valorar el grado de excitación de uno o del otro, imposibilidad para decirse lo que les gusta y cómo ofrendárselo, ignorancia y prejuicios, conductas de sabotaje, culpa, etcétera.
Hay una gran contribución por mal aprendizaje. Ya que la vida sexual de muchos hombres comienza en el asiento de atrás de un coche, apurado por una sexo-servidora, a escondidas de los padres de la novia, forzado por sus amigos. No existe la noción del disfrute, sino que de “terminar y largarse”. Una vez en condiciones apropiadas, el estilo aprendido sigue. Es raro que una enfermedad sea responsable cuando él ha cursado con este problema por larga evolución.
Sospechar enfermedades prostáticas, neurológicas o degenerativas se debe si él era funcional y la EP se presenta súbitamente. Además, las enfermedades pueden acusar incontinencia, goteo o dolor al orinar. Una valoración médica aclara las dudas. Algunos hombres, ante lo impactante de la escena, presentan problemas de disfunción eréctil. El primer paso a la solución es la “conciencia de enfermedad”. Algunos le apuestan a una nueva erección. Otros “terminan la labor de la pareja” con sus dedos. Escuché a un hombre que dijo que en su vida no era tan problemático, pues aunque ella se queda con el malestar, “es bien comprensiva”.
Lograr un control adecuado requiere de técnicas donde se van tratando integralmente las situaciones de pareja, la identificación y resolución de conflictos; el conocimiento, la valoración y la administración de la excitación de ambos. La meta es hacer del placer erótico una experiencia gratificante y unificadora.